#puerta plata
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Su plan para aniquilarme tenía tres etapas. Lo puso en marcha apenas empezamos el noviazgo.
Etapa 1: Aislamiento
Una manera efectiva de matar a alguien es alejarle de todo lo que ama, y ella lo sabía. Puso en duda mi forma de vincularme con mis amigas. Decía "yo no le hablo así a mis amigos" o "esas no son cosas para decirle a una amiga". Decidí silenciar mi afecto, esto socavó mi esencia: dejé de comunicar un te quiero o un te extraño, reprimía lo sentido apenas aparecía. Para evitar problemas. Así también evitas amistades. Las más fuertes resistieron como pudieron, las demás desaparecieron. Etapa Aislamiento completa.
Etapa 2: Aniquilación
De la autoestima y la personalidad. Una vez sembrado todo con dudas en la etapa anterior, mi autoestima y mi personalidad tambalearon, ya no tenía la fuerza que encontraba en la amistad, la retroalimentación que esta brinda. En este punto para dejar de creer alcanza con que te discutan cualquier idea, duden de cualquier propuesta tuya, que no confíen en vos. A fuerza de repetición (como cualquier tortura psicológica) ella logró hacerme cada vez más chiquito e insignificante. No quería que escribiera y publicara en las redes, su frase favorita era "no sabes contar las cosas, das mucha vuelta, contás todo mal". Lo repetía mucho, en privado o frente a otras personas. Entonces yo casi ni hablaba, ni opinaba, ni pensaba.
Etapa 3: Enfermarme y medicarme
No llegó a desarrollarla porque antes pude escapar de aquel noviazgo violento y aniquilador. Pero en los últimos meses intentó meterme la idea de que por mi forma de caminar tenía algún problema en las piernas o las rodillas. Sugería que tal vez sufría alguna cosa respiratoria, según ella porque me sonaba los mocos muy seguido. Tampoco la convencía la postura de mi espalda. De seguir por ese camino yo habría terminado en la nada misma.
Todo muy parecido a Misery de Stephen King, o a esas pelis de terror donde el grupo de amigxs se separa para luego empezar a flaquear a causa del miedo y finalmente morir unx a unx.
Acostumbradoalfindelmundolandia: linktr.ee/acostumbradoalfindelmundo
#acostumbrado al fin del mundo#plan#aniquilacion#noviazgo#aislamiento#autoestima#personalidad#confianza#duda#dudas#misery#stephen king#lovecraft#hoffmann price#a traves de las puertas de la llave de plata#george orwell#1984
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Los Mitos de Cthulhu Completos en Español, 746 páginas
#La Sombra Sobre Innsmouth#La Llamada De Cthulhu#El Horror De Dunwich#El Sello De R'lyeh#La Habitación Cerrada#La Cosa En El Umbral#La Ciudad Sin Nombre#Arcilla De Innsmouth#El Pescador Del Cabo Del Halcon#Los Sueños De La Casa De La Bruja#La Ventana En La Buhardilla#En La Noche De Los Tiempos#La Sombra Fuera Del Espacio#La Piedra Negra#El Susurrador En La Oscuridad#El Que Acecha En El Umbral#El Desafío Del Mas Allá#El Color Surgido Del Espacio#El Caso De Charles Dexter Ward#El Ceremonial#Dagon#Cuaderno Hallado En Una Casa Deshabitada#Al Otro Lado Del Umbral#El Vampiro Estelar#El Morador De Las Tinieblas#La Sombra Que Huyó Del Capitel#La Declaración De Randolph Carter#A Través De Las Puertas De La Llave De Plata#En Busca De La Ciudad Del Sol Poniente#El Libro Negro De Alsophocus
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American Airlines Anuncia su Programa de Invierno 2023 con Más Opciones para RD
FORT WORTH, Texas — Los viajeros que buscan escapar del frío este invierno tendrán más opciones, ya que American Airlines anuncia su programa de invierno 2023 para el Caribe y América Latina. Con dos nuevas rutas y frecuencias ampliadas en 21 rutas, American consolidará su posición como la principal aerolínea que ofrece vuelos directos entre Estados Unidos y México, el Caribe y América…
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You are in love | Esteban Kukuriczka.
sumario: noches de pizza con tu amigo… claro, amigo.
advertencias: sexo explícito (+18) , penetración, sexo sin protección, consumo de alcohol.
créditos: las fotos del collage fueron extraídas de pinterest, más las edite yo. la canción cuya letra utilice es You Are In love (Taylor’s Version) de Taylor Swift.
notas: honestamente, no estoy muy contenta con el resultado final pero espero que puedan disfrutarlo de todas maneras xx.
No hay pruebas, no fue demasiado, pero yo vi suficiente.
Paciente, fuera de su recibidor, me encuentro parada, esperándolo con una botella de vino bajo la axila. Aliso los pliegues de mi falda varias veces con las manos, un hábito al que recurro para evitar sucumbir a la ansiedad que me atormenta. Con la cámara de mi celular, observo mi reflejo, comprobando que mi maquillaje permanezca en su lugar, que mi cabello siga viéndose inmaculado.
No recuerdo un tiempo en el que Kuku haya sido simplemente un amigo, siempre fue más; mi confidente, el protagonista de mis fantasías, quien roba mis suspiros y miradas, de quien terminé enamorándome.
Las pisadas sobre las baldosas delatan su presencia apropincuándose, luego el traqueteo de las llaves en la cerradura, las bisagras girando en su eje para revelarlo frente a mí.
La alegría tiñe su rostro al verme, redondeando sus angulosos pómulos y centrando mi atención en la mueca en sus labios. Condenadamente cerca de mí y a la vez tan inalcanzables.
Su voz dándome la bienvenida me sacude de mi subrepticia quimera, trayéndome de un zarpazo de vuelta a la realidad. Me estrecha contra su torso, con las muñecas serpenteándose por mi cintura para atraerme más cerca.
“Traje vino, Kuku”- pronuncio, a modo de saludo, mientras lo abrazo estrechamente.
“¡Gracias, ángel! Entrá que está por llegar la comida”- informa, de manera tan casual y ligera que siento mi corazón escurrirse hasta tocar el suelo.
“Ángel” me dijo, jodiéndome para siempre. ¿Cómo seré alguna vez capaz de recuperarme de tal agravio a mi integridad? Decido asentir y adentrarme a su hogar.
Me recibe una sala de estar cálidamente iluminada, las paredes blancas cubiertas de cuadros y fotos, un aterciopelado sofá rojo situado en medio de la habitación.
Me acerco a una repisa de madera, donde reposa un retrato recientemente seleccionado… todo el elenco de La Sociedad De La Nieve posando bajo el lente de su cámara, sonrisas reflejadas en nuestros rostros enmarcados.
“Esa la tomé el último día de rodaje”- me recuerda, apareciendo por detrás mío, con una mano en mi espalda baja.
No hay pruebas, un toque singular, pero yo sentí suficiente.
Mis vellos corporales se erizan ante el contacto, un escalofrío recorriéndome cargado de anticipación por lo que jamás sucederá. Asiento torpemente, deseosa de fundirme en el calor de su silueta.
Pienso en esos mismos dedos, acorralando mi piel a su paso, incendiando su sendero. Acariciando mis mejillas con ternura, colándose por mis labios, desvistiéndome con precisión.
El timbre retumbando en la sala me despierta, desarraigándome de mis maquinaciones pecaminosas. El hombre a mi lado da largas zancadas, con un caminar tímido y garbado, hasta alcanzar la puerta de madera y ojear la mirilla. Luego de cerciorarse de la identidad del intruso, le permite ingresar para que deposite el delivery entre sus brazos, marchándose luego de recibir su pago.
Sobre la mesa del comedor se halla mi bolso, el cual rebusco hasta toparme con la billetera y separar varios billetes para pagar una porción del importe de la cena.
“Dividamos los costos de la comida entre los dos, ¿te parece?”- debato, tendiéndole el dinero para así compensar la mitad de su perdida.
“Pero no, nena, ¡guarda eso! Te invito yo”- rechaza tajante al ignorar mi ofrenda, con juguetona indignación en sus facciones.
Más allá de mi recurrente insistencia, rechaza contundentemente todos mis intentos de devolverle la plata, escudándose en excusas absurdas. Una cálida sensación se apodera de mí ante su caballeroso gesto, traduciéndose en atontados vistazos en su dirección, mientras sigo cada uno de sus movimientos al sacar el par de copas de una alacena.
“Pedí pizza de ese bar que te gusta”- comienza a explicar, aun movilizándose para descorchar el vino- “la de pepperoni sigue siendo tu favorita, ¿verdad?”
Un solo paso, no fue demasiado, pero dijo suficiente.
Silencio. Silencio desgarrador y sepulcral a mi alrededor, petrificando el aire a su paso.
“¿Te acordaste?”- asevero con un hilo de voz, aunque suena más a una pregunta, reflejando mi propia inseguridad.
Mis extremidades tramitan un cosquilleo colectivo, despertándome de la anestesia que se había apoderado de mí.
“Si, obvio”- le resta importancia, sirviendo la bebida y entregándome mi copa.
Y yo entiendo lo tonto que debe sonar, pero, por un momento, me permito sentirme importante e incluso un tanto sustancial en su existencia. “Me escuchó” medito, atónita por la revelación, revolucionando todas mis ternuras dirigidas hacia él.
Mis ojos se obsesionan con su él, simplemente él y su aura dorada coronándolo como si de un halo se tratara. ¿Cómo logré tener tanta suerte?
“No me mires así, nena”- pide al devolver mi mirada, su entrecejo fruncido en concentración- “Vas a hacerme creer que los chicos tenían razón…”
Mi mueca se tiñe de confusión, no sabiendo con exactitud si se refiere a lo que yo supongo. Intento decodificar sus palabras, pero, tal vez por el prospecto de ver mi entusiasmo destrozado, me limito a repreguntar.
“¿De qué hablas, Kuku?”- atrapo mi labio inferior entre mis dientes para así detener los temblores que lo acosan.
“Ya sabes…”- se encoge de hombros, pero, al ver mi perplejidad se resigna a continuar- “Fran y Juani siempre nos cargaban con que… em, con que debíamos salir.”
Siento un hondazo envestirme de lleno y un deseo irremediable de que el mismo continúe hasta hacerme perder la conciencia.
“Ah, eso”- murmuro en voz baja, de repente completamente drenada de seguridad. Trato de difuminar mis conflictuadas preocupaciones con una risotada punzante, delatando la rigidez de mis hombros estáticos y la incomodidad en mi gesto.
¡Qué estúpida! ¿Cómo me permití alguna vez pensar que el podría sentir lo mismo que yo? Deseo tirarme al suelo y revolcarme en el bochorno que me arrima, lo suficiente para olvidarlo a él con sus grandes ojos fijos y perder la cordura a manos de la vergüenza.
“Era un chiste nada más, no deseaba hacerte sentir mal”- aclara cálidamente, rodeando la mesa hasta rozar nuestros hombros.
Es absurda la cantidad irremediables de terminaciones nerviosas que logra incendiar con solo oprimir su marco con el mío. ¡Debo frenar esta locura antes de que se me vaya de las manos!
“Claro…”- suspiro, forzando una sonrisa al tomar asiento en la silla que abuso bajo mis pálidos nudillos.
Tomando la copa entre mis palmas, la balanceo hasta verter el liquido más allá de mis labios, rezando para que el espirituoso proveniente de uva disipe su comentario furtivo.
El mayor, aún parado a mi lado, hinca sus rodillas para arrodillarse y así quedar a la altura de mis ojos.
“Ángel, lo siento si te ofendí. No era mi intención”- se disculpa, escurriendo sus dígitos entre mi cabello para plegarme un mechón tras mi oreja.
“Ya sé, Kuku… y lo prometo, ¡estoy bien!”- miento descaradamente en su cara, con las comisuras adheridas a mis tensas mejillas.
Por unos prolongados segundos- que se sienten como una eternidad- nos miramos firmemente, tratando de descifrar los pensamientos cabalgando en la cabeza opuesta. Con un afectado suspiro, se levanta del suelo para luego posicionarse en la silla contigua a la mía.
Una vez asentado en su sitio, levanta el rostro para enfrentarme y toma mis temblorosas manos entre las suyas. Inmediatamente noto su calor corporal, las asperezas desperdigadas por sus palmas, sus anillos colisionando con los míos.
“Ahora entiendo cómo mi comentario pudo haber sonado y te pido perdón por ello”- alega mientras me observa, pausando en cada pequeño lunar e imperfección.
Inhibida y un tanto cohibida ante su escrutinio, desvío mis ojos hacia un costado y muerdo mi labio inferior, aprisionándolo entre mis paletas.
“No quería hacerte mal…”- confiesa, con sus orbes ahora clavados en mis labios mordisqueándose- “Sos mi mejor amiga.”
una mueca extraña en su rostro. Pausa, luego dice “sos mi mejor amiga.” Y yo supe a que se refería, está enamorado.
Una fuerza gravitacional me empuja aún más cerca suyo; envalentonada gracias a su fijación por mi boca, empiezo a disparar la ajena sin dudarlo. Deslizo una mano por su cachete, acariciando la incipiente barba creciendo allí mientras le robo un breve pico.
Al separarme, escaneo al hombre que acabo de besar, desesperada por hallar una reacción. La confusión tiñe su cara, tiene la mandíbula presionada con fuerza y un furioso sonrojo trepando hasta su nariz. Sin perder un solo minuto más. Vuelve a unir nuestras figuras en un beso, uno real esta vez.
Sus labios en contacto con los míos consienten un hambre que venía cultivando hace meses, acelerando mi deseo de conseguir más. Mi corazón late con una velocidad alarmante, saltando implacablemente contra mi caja torácica, y agravando los temblores en todo mi cuerpo.
Una danza desenfrenada se desenlaza, dando rápido paso a una intrépida batalla por apropiarse de la ventaja que implica dominarnos mutuamente. Una de sus manos se enreda en mi melena, tirándola hacia atrás mientras su lengua se apresura en inmiscuirse en mi cavidad bucal, cepillando la propia y paseándose por toda su extensión.
El aire comienza a escasear y el ardor en nuestros pulmones nos fuerzan a dividirnos, aprovecho el breve impase para deslizar mis extremidades por sus piernas y así, sentarme a horcajadas sobre su regazo.
“¿Sabes hace cuánto deseo hacer esto?”- cuestiona, entrelazando sus dígitos por mis curvas y asentándome sobre la junción de su torso y piernas.
Bajo mío, noto un bulto que comienza a alzarse, punzando mi centro deliciosamente. Sin siquiera razonarlo, muelo mis caderas contra él, percibiendo un curso de placer recorrerme entera ante la fricción contra sus pantalones.
En un arrojo de valentía, me deshago de la blusa que flamea en mis costados, arrojándola lejos nuestro. Como si de un arreglo tácito se tratara, el argentino adjunta sus labios con mi pecho y comienza a succionar mi piel con fiereza, yo me limito a atraerlo contra mí mediante su cabellera.
“Tantas veces fantasee con esto…”- admito, sin poder evitarlo, mientras él libera mi busto del corpiño.
Levito hacia su remera, forcejeando con ella hasta deshacerla hacia las baldosas y revelar su tórax al descubierto. Recubierto de pecas difuminándose en su blancura, dudo alguna vez haber visto una imagen más hermosa.
Sosteniéndose de mis muslos, se irgue y tropieza hasta toparse con el sillón, descargándome sobre el terciopelo con una impredecible agilidad. Allí, acostada en medio de su sala de estar, centro mi atención a sus dedos desenlazando mi falda con ternura, para luego despojarme por completo de mis confinamientos.
Imitando sus movimientos, aviento mis brazos hacia su entrepierna para desabrocharlo y librarlo de sus prendas. Aceleradamente, lo desvisto hasta que nuestras desnudeces son lo único que prevalece.
“Sos hermosa”- me halaga, recorriendo cada centímetro de mi piel con delicadeza, intentando memorizarlo para siempre.
Respondo con mi agarre volando hasta su palpitante erección y acariciándola juguetonamente, con constancia hasta donde me lo permite.
“Necesito sentirte adentro mío, Kuku…”- pido, sin sentir un ápice de vergüenza ante mi explicitación.
Un gruñido escapa su garganta ante mi directiva, deshaciéndose de mi toque para posicionar su polla entre los pliegues de mi coño y comenzar a adentrarse. Sollozos son lanzados en su dirección, animándolo a ir más allá, a continuar.
“Dios, estás tan apretada”- pronuncia cuando la cabeza de su pene logra tocar mi fondo, disfrutando los espasmos que mi canal le proporcionan.
En un frenesí ocasionado por la sensibilidad que su miembro me genera, embisto mis caderas para acercar nuestros centros aún más y luego retirarme, provocando un extasiante vaivén. Los gemidos retumban en el silencio del salón, con la danza que nuestros sexos lideran al fusionarse.
“Estoy enamorado de vos, ángel, desde la primera vez que te vi”- dice al observarme con atención, aun penetrándome hacia la culminación.
Sorprendida por lo inaudito de la situación, una lagrima se cuela por mis ojos y rueda en su sendero por mi mejilla ante su confesión, una que aguardo hace meses.
Esteban la recoge, interrumpiendo su trayecto hacia mi cuello para besarme nuevamente, con renovada emoción.
Y ahora comprendes por qué perdieron la cabeza y pelearon sus batallas, y por qué yo he pasado toda mi vida tratando de ponerlo en palabras.
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem! Reader)
Capítulo 1: https://www.tumblr.com/analisword/742694471701037056/high-infidelity-enzo-vogrinc-x-fem-reader?source=share
Capítulo 2: https://www.tumblr.com/analisword/742809931904925697/high-infidelity-enzo-vogrincic-x-fem-reader?source=share
Capítulo 3: https://www.tumblr.com/analisword/742966287515402240/high-infidelity-enzo-vogrincic-x-fem-reader?source=share
Capítulo 4: https://www.tumblr.com/analisword/743085967194390530/high-infidelity-enzo-vogrincic-x-fem-reader?source=share
Capítulo 5: https://www.tumblr.com/analisword/743445192395423744/high-infidelity-enzo-vogrincic-x-fem-reader?source=share
—No quiero interrumpirte, pero me pregunto si ya comiste algo—Alana fue sacada de su concentración de golpe, giró la cabeza tan bruscamente hacia la puerta que su cuello dolió, Enzo estaba apoyado sobre el marco de la puerta con las manos dentro de los bolsillos.
Alana tuvo que respirar profundamente al verlo, nunca se acostumbraría a verlo y a su implacable belleza.
Llevaba una simple camisa interior blanca y unos jogging grises, aún así, lucía jodidamente bien.
—Hola—saludó Alana felizmente, miró la hora en su celular y quedó perpleja, eran ya las 9 de la noche y efectivamente, no había ingerido bocado en todo el día—. Mierda, se me fue el día.
—Entonces fue un día bastante productivo, ¿eh?—sonrió Enzo.
—Sí, es mágico este lugar—exclamó Alana cerrando su computadora, ahora que se había dado cuenta que no había comido nada en todo el día, moría de hambre.
—Sos mágica—la corrigió—. Vení a comer, traje pizza—dijo moviendo la cabeza, su estómago rugió al escucharlo y lo siguió hasta la sala.
—Soy vegano—explicó él mientras abría la pizza—. Pero están deliciosas.
—Tengo tanta hambre que así sea pizza hecha de cartón, la comería—dijo Alana tomando una rebanada.
—Te dije que eras libre de abrir el freezer—dijo Enzo con tono apelativo.
—Honestamente me olvidé de comer algo—respondió ella para después darle una mordida a la pizza, tal como Enzo había dicho, estaba deliciosa.
—Tengo que alimentarte para que ese cerebro tuyo siga funcionando—dijo él.
—¿Cómo te la pasaste tú?
—Ehh, tuvimos que repetir la misma escena unas treinta veces porque al director no le parecía nada, pero al final terminó saliendo.
—Debe ser agotador—exclamó Alana arrugando la nariz.
—Lo es—dijo él riendo—. Aún no me acostumbro, en teatro lo hacés una vez y ya está.
—¿Te gustaría volver a hacer teatro?—preguntó Alana con genuina curiosidad.
—Acá no, en Uruguay sí—dijo—. Es más underground allá, nadie te termina viendo y a veces hasta terminas perdiendo plata, pero es auténtico.
—Eres Enzo, gente irá a verte—dijo Alana rodando los ojos.
—Sí, supongo—dijo él riendo y bajando la mirada, Alana inclinó la cabeza.
—No te gusta mucho la fama, ¿no?
—Es complicado, claro que me gusta que mi trabajo sea reconocido, lo que no me gusta es tener a gente hinchándome las pelotas cada que salgo.
—Auges del oficio—exclamó Alana elevado los hombros.
Al parecer Enzo tampoco había omado bocado en todo el día porque comía con un poco de desesperación, Alana sintió lindo que el chico hubiera esperado hasta tarde para comer con ella, terminaron la pizza en silencio y cuando lo hicieron estaban tan llenos que se tiraron en el suelo con las manos sobre las barrigas.
—¿Cómo se tomó Sebastián cuando le dijiste que estás escribiendo de nuevo? ¿o pensa que vas por ahí vendiendo drogas?—preguntó Enzo después de que estuvieron varios minutos tirados viendo el techo, Alana se giró para observarlo mejor, sus ojos la miraban detalladamente y la luz cálida que emanaban las lámparas de la sala hacían que estos se vieran más claros de lo normal.
—Creo que lo de las drogas le hubiera resultado mejor—dijo ella negando con la cabeza—. Dijo que estaba decepcionado de mí—confesó tímidamente.
Enzo la miró como si le hubieran crecido dos cabezas del cuello y dobló el codo para apoyarse sobre su mano, estaban acostados sobre una alfombra bastante esponjosa, aún así la posición del chico parecía bastante incómoda.
—¿Vos estás jodiéndome?—preguntó él con tono de incredulidad—. ¿Quién en su santo juicio estaría decepcionado con vos por escribir? Es lo que más te gusta.
—Pues él—respondió Alana—. Vaya—dijo ella un poco más tranquila—. No es por el mero hecho que esté escribiendo, es porque lo estoy haciendo al mismo tiempo que él, él quiere que esté completamente entregada a su libro.
Enzo arrugó la nariz al escucharla, ella regresó la mirada al techo, ahora que contaba la situación en voz alta, se daba cuenta de lo patética que era.
—Alana…
—Sé lo que vas a decir—lo interrumpió—. Sé que no está bien y creéme que odio esta situación, detesto que Sebastián sea así de inseguro…
—Pero…—la interrumpió ahora él a ella.
—Pero, supongo que tendremos que solucionarlo eventualmente, no sólo es mi novio, es la única persona que tengo aquí—dijo ella volviendo a mirarlo, Enzo la miraba a ella con una expresión que no pudo descifrar.
—Vos sabés que eso es mentira—respondió Enzo apretando la mandíbula, Alana tragó saliva en seco, definitivamente sabía que podía contar con el actor, podría decir que era su único amigo en la ciudad, pero sabía a ciencia cierta que Enzo no se quedaría para siempre en Sevilla, probablemente volvería a Uruguay apenas terminara de filmar la película, o se mudaría ahora a otro país durante meses, probablemente Estados Unidos o Inglaterra, para después repetir la rutina una y otra vez, Alana apretó los labios ante la idea, ¿seguirían frecuentándose una vez él se fuera?
¿Al menos seguirían conversando ante la distancia?
La idea la puso nostálgica, de pronto todo el desorden que había en su mente después de intentar construir un nuevo mundo para la historia que comenzaba a escribir había desaparecido, así como el pensamiento de tener que volver a casa más tarde donde lo más probable es que Sebastián volvería a estar de insufrible.
—Eh…perdona si dije algo que no debo—carraspeó Enzo al notar que ella no decía nada.
Alana rodeó su cintura con sus brazos y hundió su cara en el hueco de su cuello aspirando su olor, no tenía idea lo mucho que había necesitado abrazarlo hasta que lo hizo, el cuerpo de Enzo se tensó al principio por el acto afectivo tan repentino, pero en seguida suspiró y entrelazó ahora sus brazos contra el cuerpo de Alana.
—Gracias por estar aquí—murmuró ella—. Gracias por alentarme a volver a escribir y por prestarme tu casa—hundió más su cara en el cuello del chico y él apretó más su agarre.
—Hey, no tenés nada que agradecer—dijo él—. Yo sólo quiero que vos seas feliz—acarició su cabello suavemente, Alana cerró los ojos, le apetecía tanto quedarse ahí durante horas, dormir con él, el suelo nunca se había sentido tan cómodo nunca, de pronto los brazos de Enzo eran la cama más cómoda que podía existir.
¿Pero qué mierda estaba pensando?
Alana alejó el rostro lentamente, Enzo lo tomó entre sus manos, ella suspiró y volvió a cerrar los ojos, podía sentir su aliento y el de Enzo mezclándose deliciosamente, no podía abrir los ojos, no podía hacerlo porque sabía que si lo hacía se encontraría con los labios de Enzo tan cerca a los de ella que no podría resistirse, de pronto los dedos de Enzo comenzaron a bajar por su cuello, tan largos y firmes pero suaves al mismo tiempo, no sabía qué se escuchaba más fuerte, si su propia respiración o la de Enzo, no podía salir del trance, sabía que haría una estupidez si se quedaba en esa posición un segundo más, de pronto sintió algo húmedo en su cuello.
Enzo había depositado un beso ahí, y aunque había sido suficiente para que ella mordiera su labio inferior patéticamente, también fue suficiente para que saliera del hechizo que él había aplicado sobre ella, Alana puso ahora sus manos sobre el pecho de Enzo y lo apartó un poco.
—Alana…
—Nuevamente gracias por todo—respondió ella—. Pero tengo que irme—Enzo la miró apenado y asintió levemente, Alana depositó un beso en su mejilla y salió prácticamente corriendo del departamento, Enzo no tuvo la intención de seguirla, Alana sabía perfectamente el por qué.
No tardó mucho en llegar a su departamento, se quitó los zapatos y sus pies tocaron el frío suelo de la sala, a comparación del departamento de Enzo, el que ella compartía con su novio estaba casi siempre frío porque el chico adoraba las temperaturas bajas, no había alfombras en el lugar, no lámparas cálidas, no muebles que impedían que el frío aire que se colaba de las calles por la ventana le rozaran peligrosamente la nuca.
Alana se tocó el cuello, aún podía sentir los labios de Enzo sobre su piel, podía sentir sus manos y si se concentraba mucho, aún podía olerlo.
—Hola—la voz de Sebastián la sacó de sus pensamientos bruscamente, ella apartó la mano de su cuello rápidamente, cruzó los brazos sobre su pecho, como intentando borrar las huellas invisibles de Enzo sobre ella.
—Hola.
—Te preparé algo de cenar—informó—. Tu platillo favorito.
Una ola de culpabilidad la invadió, su platillo favorito no se podía conseguir fácilmente, sabía que para prepararlo Sebastián había tenido que recorrer al menos tres mercados diferentes para conseguir los ingredientes traídos desde México.
—He cenado ya y estoy llenísima—respondió, era verdad, el botón de su pantalón de mezclilla estaba haciendo lo posible para no romperse, su vientre estaba pesado e hinchado por las cuatro rebanadas de pizza vegana que había comido—. Pero gracias, mañana me lo desayuno.
Sebastián asintió y parpadeó varias veces, Alana lo conocía tan bien, lo conocía de tanto que sabía que él hacía eso cuando tenía ganas de llorar.
—Quiero pedirte disculpas por el dolor de cabeza que te he estado dando últimamente—dijo él acercándose a ella—. Soy un idiota, y si estamos aquí es gracias a ti.
Alana sabía que se refería a cuestiones de dinero, pues aunque Sebastián haya sido el que recibió el trabajo, no hubieran podido sustentarse para mudarse a España sin el dinero que Alana ganaba.
—Y lamento que hayas llegado al extremo de tener que alquilar una oficina para sentirte cómoda para escribir.
Las imágenes de ella y Enzo en la supuesta oficina invadieron su mente.
—Le diré a Maricia que consiga a alguien para que revise lo que yo vaya escribiendo—informó.
—No tienes que hacer eso—replicó Alana.
—Los dos sabemos que no quieres seguir leyéndome, Alana—dijo él—. Y eso está bien, sé lo agotador que es, yo mismo no quise volverte a leer después de tu primer libro y nunca me diste un mal rato por ello, incluso cuando sí era mi trabajo hacerlo.
—Lamento que leernos nos incomode tanto—dijo ella, lo decía en serio.
—Esas cosas pasan—dijo.
¿Pero por qué ella sí quería que Enzo la leyera?
¿Por qué se había sentido tan triste cuando Enzo no indagó o pidió leer lo que ella había escrito hoy?
—Sí—mintió—. Esas cosas siempre pasan.
—Quiero que esto siga funcionando—dijo él tomándole las manos.
Alana asintió, no podía echar su relación a la basura.
Sin embargo, cuando Sebastián la besó, Alana no pudo evitar imaginarse que era Enzo el que lo hacía.
Y se odió a sí misma por no sentirse ni un poco culpable al respecto.
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Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mi todas
las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca"
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Quise mucho a una mujer, la quise como si fuese parte mía, así como se quiere beber del agua la vida cuando el calor abochorna y transforma al alma en sequía. La quise, porque ella también me quería. En sus manos yo era todo lo que en sus sueños aparecía, me quería como la luna busca al soñador en una noche de silencios y ausencias que no se olvidan. La quise, la quise mucho, al grado de morir por ella y de entregar mi alma en cada hoja que le escribía, porque fueron decenas de palabras las que me provocó escribirle... y es que la sentía tanto... tanto que callármela no podía. La quise tanto que imaginé que jamás dejaría de quererla, porque era mi luna... mi noche y mi estrella, esa ninfa que me esperaba a la postre de mi puerta cuando visitaba mi casa en ese bosque que creó pensando en nosotros con sus alas de plata.
I loved a woman very much, I loved her as if she were a part of me, just as one wants to drink the water of life when the heat is embarrassing and transforms the soul into a drought. I loved her because she loved me too. In her hands I was everything that appeared in her dreams, she loved me as the moon seeks the dreamer in a night of silences and absences that are not forgotten. I loved her, I loved her very much, to the point of dying for her and of giving my soul in every page I wrote her, because there were dozens of words that provoked me to write her… and I felt her so much… so much that I could not keep it to myself. I loved her so much that I imagined I would never stop loving her, because she was my moon… my night and my star, that nymph that was waiting for me at the end of my door when she visited my house in that forest that she created thinking of us with her silver wings.
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Jermu
Parte 2
Al día siguiente Brian fue al mismo lugar de antes a ver que onda.
Entró y pasó por el vestíbulo directo a las oficinas donde había banda de albañiles trabajando en las computadoras.
El rubio estaba andando por atrás de todos con una mano agarra el termo con la otra toma el mate. Brian fue a hablarle.
Brian: Hola vine
"Quien sos"
Brian: Hola soy Brian, vine porque ayer hablamos para que yo entre a trabajar acá.
"Ah dale ponete en una compu"
Brian: Quien sos
Roger: Roger
Brian se sienta en una computadora vacía y se pone a jugar buscaminas. Roger lo mira y toma mate.
Roger: El sueldo es de 20 centavos la hora, tu turno es de 10am a 2pm. Pero no te lo voy a dar si te quedas jugando todo el día.
Brian: Bueno ya estoy por ganar.
A Brian se le explota una mina y dice la re concha de la lora, Roger toma mate y se va.
El trabajo es divertido, va todos los días pero los domingos no puede abrir la puerta y está todo apagado, todavía no sabe por qué. Aprendió a jugar solitario. Con el peso que ganaba en el día se compraba dos criollitos de 25 centavos y un vaso de coca de 50 centavos. Una vez se le ocurrió no comer por una semana, ahora tenía 7 pesos y se sentía multitrillonario o algo así entonces se compró una pizza por 5 pesos y una lata de cerveza con el vuelto.
Volvió el lunes al trabajo, Roger dice hola, toma mate y se va, Brian dice hola y se sienta en la computadora. Tiene que teclear la cantidad de ladrillos, el tamaño, el material, las coordenadas de cada uno, el tipo de cemento, el revoque, etc. No es fácil pero se esfuerza, a veces hace horas extra jugando piedra papel o tijera con el bot de google.
Si pudo pasar una semana sin comer capaz podía pasar dos o tres. Entonces no comió por un mes y ahorró 26 pesos, no le quisieron pagar los domingos y un feriado que hubo no sabe por qué.
Con esa recontra super mega ultra cantidad de plata se le ocurrió comprarse una cama de 18 pesardos y con el resto una campera marca Adadas para dormir cómodo y sin frío.
Al otro día de trabajo Roger tomó mate y entro a las oficinas para gritar.
Roger: Se tienen que preparar que la semana que viene va a llegar el supervisor.
Albañil aleatorio: Pero vos sos el supervisor pelotudo.
Roger: Callate ya sé yo los tengo que ver a ustedes pero va a venir el provincial a revisar que esté todo bien y haya mate suficiente para mi.
Brian puteaba y seguía perdiendo en el juego de la viborita, no se dio cuenta de lo que hablaban.
La semana siguiente, el lunes, a las 9:59, llegó y vio a sus compañeros trabajando un poco más elegantes de lo normal, Roger llegó peinado, decente, en vez del pelo de escoba usada hecho re mil pija teñido para el traste de siempre. Dijo hola, tomó mate y se fue.
Pero volvió acompañado.
Acompañado por el supervisor provincial de puestos de construcción, con traje y corbata pero no era adicto al mate.
Super supervisor: Hola
Brian: Quien chota sos
A Roger se le cayó la jeta al piso, pensó que los iban a despedir a todos y caerle un meteorito al edificio por faltarle el respeto a un superior, pero el hombre no se ofendió y respondió.
Freddie: Soy Freddie, vine de visita. ¿No avisaron?
Brian: Y no.
Roger: Si les dije boludaso vos no prestaste atención todo el día tomando mate digo jugando a los sims 4.
Brian: Y qué querés que mis sims se caguen de hambre? Tengo que mantener a una familia... y después matarlos a todos.
Freddie: Bueno no importa, por lo menos los trabajadores se entretienen mientras los esclavizamos.
Brian: Viste el también juega a los sims.
Freddie: Linda campera.
Brian: Ay gracias me la compré yo.
Roger: Bueno chau nos vemos después.
Roger tomó mate y se llevó al super supervisor a criticar otras oficinas, a Brian le cayó bien.
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Vacaciones en Camboya (Vol. 1)
Con Enriqueta somos pobres como ratas, pero estamos empotados como los hueones nos amamos locamente. Tomamos cerveza en la cuneta, bolseamos torta en cumpleaños de desconocidos y nos instalamos a las siete de la tarde en la puerta de la Blondie para que los guardias compadecidos nos dejen entrar gratis a medianoche.
Por eso, cuando su padre se va de viaje con la amante, decidimos pasar nuestras propias vacaciones en el departamentito de soltero que el vejete arrienda en Lo Barnechea. Instalados como recién casados en el volteadero, llevamos una vida plagada de carencias y amorsh.
Un buen día le avisan a Enriqueta que ha sido aceptada para hacer la práctica; de ahí en más, me deja cada mañana para irse a trabajar de goma en un matutino. Durante el día me divierto durmiendo a pata suelta, cocinando sopa de apio y copuchando el porno casero que el degenerado del papi ha grabado en VHS con chiquillas más jóvenes que mi amorcito.
Cuando llevamos dos semanas de convivencia, Enriqueta es designada enviada especial para cubrir el notición del mes: la abnegada labor que los universitarios llevan a cabo en los trabajos de verano. Tras ponerle la mansa cara de pescao al saber del viajecito, la generosa chiquilla se gasta toda la plata del viático en pagarme un pasaje de avión en el cual la acompaño a la pésima región de Los Lagos.
Así que un miércoles amanezco a las 6 AM en Santiago; a las 11 AM tengo mi culo apoyado en el portón de un establo en Los Muermos, espantosa localidad también conocida como Los Muertos. Rodeados de la simpática miseria campesina, los estudiantes pontificios se sienten al borde de la canonización al ocupar sus tardes en cavar letrinas; durante la noche, practican el deporte que en realidad los ha motivado a recorrer medio Chile: follarse a las compañeras más feas, calientes y alcoholizadas.
Mi estancia en el triste pueblecito transcurre en medio del más anodino tedio. Enriqueta -espécimen gótico (una goticulona) muy inusual en zonas rurales- es joteada hasta el cansancio por estupendos capitalinos, huasos brutos y funcionarios de la ley y el orden. A mí, en cambio, no me pesca ni la vieja que despluma pollos.
Al caer esa tarde, los lolos de la PUC siguen su labor de beneficencia presentándole a la gente pobre una obra de teatro costumbrista. Como parte del elenco figura una minoca a la que conocí jugando taca-taca en el Campus Oriente: durante toda la representación contemplo embobado a la guachita, que es más rica que el pan con queso. Total, mi polola sigue reporteando.
Cuando la obrita termina, siento algo en la oreja. Es el puñito de Enriqueta, quien ha adivinado mi infidelidad mental y ha decidido sacarme la chucha. Tras pescarme de un ala, me arrastra hasta un camino empolvado, donde procede a darme una salvaje pateadura que es saludada con vítores por la emborrachada concurrencia. Cuento corto: recién tres días más tarde, tras perseguirla y suplicarle hasta Muerto Montt, logro su perdón (y que me devuelva el pasaje de vuelta a Santiago).
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Mi himno a Djehuty (español no es mi lengua materna, por eso SORRY)
Creo en ti, padre mio!
Tú, quien reemplaza el Sol,
La luna con dos alas platas.
Abre todas las puertas, tú, quien sabe todos los secretos,
Quien oye todas las oraciones.
Te veo en cada libro, en cada cara, en cada voz.
En el día eres el babuino quien adora el sol.
En la noche eres el sagrado ibis, quien protege mi vida.
Te llamo, tú, con gran nariz, escúchame!
Mis pensamientos son para ti.
Mírame, estoy en frente de la puerta de tu templo.
No me alejes, ya que soy tu hija.
No me alejes, padre, ya que eres mi voluntad, ya que eres mi fuerza, ya que eres mi debilidad.
Por favor, mata el serpiente horrible en mi, dios mio,
Porque quiero ver Maat. Porque quiero vivir en Maat.
Muéstrame Maat.
DwA Djehuty
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Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel Cristo tan pálido yo estaba:
y era apenas sonrisa la imprecisa
medialuna que el labio dibujaba,
la albura melancólica y sumisa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...
La camisa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hombros.
(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)
Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar, mientras lánguida y remisa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiempo que la misa
había terminado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...
La gran puerta de cornisa
barroca lentamente se cerraba
como un plegar de alas...
Indecisa,
sobre la faz del Cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego más aprisa,
se puso todo obscuro... No quedaba
más que el Cristo sonriendo en la repisa.
Y cuando el Cristo se borró... Yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.
Dulce María Loynaz.
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La apuesta
Había aceptado la apuesta, no podía echarme atrás. Aunque el bosque me pareciera tenebroso. Eran las diez de una noche sin luna. El viento susurraba entre las hojas y el frío calaba mis huesos. Me preguntaba si faltaría mucho para llegar a destino. José me había dicho que la casa se encontraba a dos kilómetros de la ruta. A mí me parecía que había caminado cientos. El cansancio comenzaba a pesar en mis piernas. "¡Qué idiota, nunca debiste hacerle caso a Damián!" Me repetía una y otra vez. Pero ya estaba allí, no perdería nada con intentarlo.
Damián era el "loco" del grupo. A él se le ocurrían las cosas raras. "Apuesto diez mil pesos a que nadie se atreve a ir, de noche, a la casa del bosque", había dicho, medio en serio, medio en broma, después de unas cuantas cervezas. Quizás, porque también había tomado de más, o porque me tentaba la plata dije: "Yo voy". La apuesta quedó sellada. José, Damián y mí hermano Daniel, me llevaron en auto hasta un punto de la ruta. –Mañana venimos a buscarte. Tenés que dejar una señal adentro de la casa, para demostrar que estuviste ahí –dijo Damián, y me dio un pañuelo de seda. Al principio me pareció una manera fácil de ganar dinero. Pero solo en ese bosque, bajo un cielo cubierto de nubarrones y con el viento empujando mí cuerpo, no lo veía tan simple. La casa en cuestión tenía fama de embrujada. La gente decía que una familia entera había sido asesinada en el lugar, sus fantasmas aún la habitaban. Yo no creía en fantasmas. Avancé con dificultad, las raíces de los árboles me entorpecían el paso. ¿Dónde diablos estaba la casa? Llevaba horas caminando. De pronto, apareció frente a mí. Era ( o había sido) una enorme mansión de tres plantas. Lo que quedaba de ella era una construcción ruinosa, a punto de venirse abajo. La puerta estaba abierta. Dudé antes de entrar. Un sentimiento de terror me invadió. "¡Tonterías!", me dije. "Los fantasmas no existen". Entré. Me recibió un olor rancio de humedad y excremento de ratas. Encendí la linterna del celular. Me hallaba en lo que debió ser la sala. Todavía quedaban algunos muebles polvorientos, de madera carcomida. Al fondo, estaba el hogar. Caminé hacia él con la intención de atar el pañuelo a la reja de protección. Fue entonces cuando vi la luz. Una tenue claridad que provenía del final de un largo pasillo. Sin detenerme a pensar, avancé por él. La luz salía por una puerta entreabierta , la empujé y quedé pasmado por la sorpresa. Me hallaba en una lujosa habitación que, sin dudas, pertenecía a una mujer. Había un tocador, una butaca de terciopelo y, más atrás, una cama con dosel. Todo se veía limpio y cuidado. Di dos pasos adelante, entonces, una hermosa joven emergió de las sombras. Nunca había visto a una mujer tan bella. Me miró y sentí que perdía la voluntad, sólo quería estar cerca de ella. No supe qué pasó después.
Desperté en una cama de hospital. Daniel y José se encontraban a mi lado. Ellos me contaron que había estado una semana perdido en el bosque. Me hallaron los guardaparques, luego de una afanosa búsqueda. –Estabas tan pálido y flaco que parecías muerto – dijo Daniel –. Fue una suerte que estuvieras vivo. –¿Me encontraron en la casa? –pregunté. –No, te equivocaste de camino, la casa se halla muy lejos de ahí.
Pasé quince días en el hospital. Los médicos atribuyeron mi debilidad al hecho de haber pasado tantos días sin comer y a la pérdida de sangre causada por un corte en un brazo, seguramente, provocado por una rama.
No hablé de la muchacha, sabía que nadie me creería. Llevo su recuerdo grabado en la memoria, como llevo grabadas, en la base del cuello, las marcas de una mordedura de pequeños colmillos.
Escrito por Norma Duarte
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SÁBADO DE LA XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria
Leccionario
Primera lectura
Ecl 11, 9 — 12, 8
“Acuérdate del Creador en los años mozos, antes de que el polvo vuelva a la tierra y el espíritu a Dios”
Lectura del libro del Eclesiastés.
Disfruta mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón y de lo que te recrea la vista; pero sábete que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo.
Rechaza las penas del corazón y rehúye los dolores del cuerpo: adolescencia y juventud son efímeras.
Acuérdate de tu Creador en tus años mozos, antes de que lleguen los días aciagos y te alcancen los años en que digas: «No les saco gusto»; antes de que se oscurezcan el sol, la luz, la luna y las estrellas, y tras la lluvia vuelva el nublado.
Ese día temblarán los guardianes de la casa, y los valientes se encorvarán; las que muelen serán pocas y se pararán; los que miran por las ventanas se ofuscarán; las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino será solo un eco; se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán apagando; darán miedo las alturas y en las calles rondarán los terrores; cuando florezca el almendro y se arrastre la langosta y sea ineficaz la alcaparra; porque el hombre va a la morada de su eternidad y el cortejo fúnebre recorre las calles.
Antes de que se rompa el hilo de plata y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio.
Vanidad de vanidades, dice Qohélet, vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 (R.: 1bc)
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V. Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V. Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V. Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Aleluya
Cf. 2 Tim 1, 10
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte e hizo brillar la vida por medio del Evangelio.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Evangelio
Lc 9, 43b-45
“El Hijo del hombre va a ser entregado. Les daba miedo preguntarle sobre el asunto”
+Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Palabra del Señor.
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Deportivo Alemán en Maldito Rock (08-02-20)
Tal como pasó hace exactamente un año, la fecha de Finisterre, nuestro Shangri-La, fue sucedida por una menos hospitalaria. Si bien los integrantes del Deportivo no fueron personalmente damnificados (de hecho nos dieron plata, ¡plata!), sí ocurrieron un par de situaciones medio grotescas con los otros músicos y algunos invitados. Emily, quien habría el show, se había acercado a la gente del lugar para solicitarles algo de comer (verbigracia, una empanada), petición que fue rechazada bajo el pretexto de no haber llevado 30 personas al evento: permanecerá entre los misterios insondables de la Humanidad la operación aritmética que iguala la convocatoria de 30 seres humanos con una empanada, junto con las desapariciones aeronáuticas en el Triángulo de las Bermudas, el Destino de la Atlántida y la Verdadera Posición de Junior Benitez. Tras algunas fundadas protestas, Emily decidió procurarse su propio alimento en una rotisería medio asiática que estaba a la vuelta, encontrándose al volver con la kafkiana noticia de no poder ingresar a Maldito Rock con alimentos adquiridos en otro establecimiento. Es de admirar el indestructible temple de Emily, quien a pesar de este laberinto de pelotudez pudo encontrar dentro de sí el ánimo suficiente para plantarse en el escenario y brindar su Coso.
Leonel fue otro de los perjudicados por la particular burocracia de Maldito Rock. Se había venido desde Avellaneda para sacar algunas fotos pero no querían dejarlo pasar sin abonar su entrada, así que el Pipa se dirigió hacia la puerta para destrabar el conflicto: tras una pequeña negociación, las autoridades de Maldito Rock decidieron permitir el ingreso de Leonel al recinto para luego revocárselo al descubrir que traía consigo una botella de agua: “no te podemos dejar pasar con agua porque acá también vendemos agua” debe estar entre las frases menos susceptibles de ser emitidas por un ser humano real. A pesar de su juventud, Leonel tomó la madura decisión de mandar todo a la mierda y se quedó tomando cerveza en la vereda: a diferencia de Emily, él podía darse el lujo de salir del laberinto de pelotudez de la forma más sana: por arriba.
La tocada en sí, desde el ombliguismo del Deportivo, estuvo bastante bien. Todo indica que Maldito Rock fue alguna vez un clásico bolichón de Almagro, a juzgar por el salón amplio, el piso de baldosas y el mostrador-heladera dell fondo. El escenario estaba armado sobre un costado y era una especie de tarima alta con espacio suficiente para una batería y dos humanos: luego nos dimos cuenta de que la idea del sonidista era dejar la tarima para el baterista y que el resto de la banda se ubicara en el piso, justo enfrente de los monitores dispuestos ahí mismo. De hecho los de Fanzine, que son cuatro, armaron sus cosas siguiendo esa lógica. El tema es que para el Deportivo la altura de la tarima era demasiada respecto del piso, lo cual comprometía la unidad visual de la banda: el Negro hubiera quedado muy aislado y quizás con demasiado protagonismo. Los egos deben llevarse con rienda firme. Otro punto a favor de tocar arriba de la tarima es que al Deportivo le gusta tener los amplificadores bien cerca, tan cerca que casi podían sentir el viento del audio en el culo. Es muy gratificante pulsar una cuerda y percibir simultáneamente un movimiento en el aire nos rodea, suponemos que debe estar relacionado con la necesidad de verificar nuestro impacto en la realidad, una especie de doble tilde azul por parte de la existencia. Por eso, en lo que respecta a lo ocurrido sobre la superficie de la tarima, la soberanía del Deportivo fue indisputable y se le pudo dar al Malparido la despedida que merecía. Nos vemos en el próximo disco.
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Osmar Olvera y Juan Celaya dan medalla de plata a México en clavados de trampolín
PARIS, Fra. * 2 de agosto 2024. ) Olympics.com Osmar Olvera y Juan Celaya se presentaron en la final de clavados de trampolín de 3 metros sincronizados en los Juegos Olímpicos de París 2024 con un choque de manos.
Sincronizados hasta para las presentaciones. El público del Centro Acuático de París también estaba en armonía con ellos. Cada clavado estaba anticipado por la bulla mexicana: "¡México, México!". Esa sincronía se plasmó en la alberca. La dupla mexicana consiguió una histórica medalla de plata en en una prueba en la que nunca habían subido al podio olímpico. Y lo hicieron después de un brillante mano a mano con los chinos Long Daoyi y Wang Zongyuan que se resolvió por tan solo 2.07 puntos. Olvera y Celaya llegaron a estar en primera posición de manera provisional después del cuarto clavado, donde obtuvieron 85.68 puntos. Y eso hizo que la grada gritara como nunca. Tras el quinto, fueron los chinos Long Daoyi y Wang Zongyuan quienes se situaron primeros por tan solo 1.08 puntos. Y en el sexto, sin nada que perder, Olvera y Celaya lo dieron todo con un doble mortal y medio adelante con tres tirabuzones, su clavado de mayor dificultad. No valió para el oro, pero sí una plata que sabe a gloria... y a historia. Es la primera medalla olímpica de los clavados mexicanos en la historia en este evento de 3 metros sincronizados. Y la celebraron tal y como entraron a la piscina: con un choque de manos que les ha abierto las puertas de la historia. Los británicos Jack Laugher y Anthony Harding completaron el podio con la medalla de bronce. Por su parte, la dupla española formada por Adrián Abadia y Nicolás Garcia Boissier, quienes fueron medallistas de bronce en el Mundial 2024, terminó en sexta posición. www.acapulcopress.com Read the full article
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Sofonías 1
1 Palabra de Jehová que vino a Sofonías hijo de Cusi, hijo de Gedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en días de Josías hijo de Amón, rey de Judá.
2 Destruiré por completo todas las cosas de sobre la faz de la tierra, dice Jehová.
3 Destruiré los hombres y las bestias; destruiré las aves del cielo y los peces del mar, y cortaré a los impíos; y raeré a los hombres de sobre la faz de la tierra, dice Jehová.
4 Extenderé mi mano sobre Judá, y sobre todos los habitantes de Jerusalén, y exterminaré de este lugar los restos de Baal, y el nombre de los ministros idólatras con sus sacerdotes;
5 y a los que sobre los terrados se postran al ejército del cielo, y a los que se postran jurando por Jehová y jurando por Milcom;
6 y a los que se apartan de en pos de Jehová, y a los que no buscaron a Jehová, ni le consultaron.
7 Calla en la presencia de Jehová el Señor, porque el día de Jehová está cercano; porque Jehová ha preparado sacrificio, y ha dispuesto a sus convidados.
8 Y en el día del sacrificio de Jehová castigaré a los príncipes, y a los hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero.
9 Asimismo castigaré en aquel día a todos los que saltan la puerta, los que llenan las casas de sus señores de robo y de engaño.
10 Y habrá en aquel día, dice Jehová, voz de clamor desde la puerta del Pescado, y aullido desde la segunda puerta, y gran quebrantamiento desde los collados.
11 Aullad, habitantes de Mactes, porque todo el pueblo mercader es destruido; destruidos son todos los que traían dinero.
12 Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal.
13 Por tanto, serán saqueados sus bienes, y sus casas asoladas; edificarán casas, mas no las habitarán, y plantarán viñas, mas no beberán el vino de ellas.
14 Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente.
15 Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento,
16 día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres.
17 Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra Jehová; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como estiércol.
18 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra.
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